27.9.05

15._ Creador

Creemos, pues, en Dios, que es uno, trascendente, personal, el bien, la belleza y la verdad absolutos; que emergerá del universo como última novedad, como perfecta realización de su Espíritu inmanente en la Naturaleza.
Hablando en el tiempo propio del universo, esperamos que ello ocurra en un futuro, en un momento que nos es imposible predecir, si bien suponemos que puede ser dentro de miles de millones de años, aunque en "tiempo vivencial humano" pueda quedar infinitamente lejano.
Pero aun cuando el "umbral" de emergencia divina podemos pretender situarlo en un tiempo futuro, Dios es trascendente al Tiempo y al Espacio; no "existe" en un momento futuro, ni presente, ni pasado; es "eterno", lo que suele expresarse diciendo que "Él es, era y será". Es la culminación del universo, pero no pertenece al universo, no es ni será un ente "existente en el universo".

El tiempo propio del universo es una construcción del proceso cósmico, no un marco absoluto de toda realidad. Desde el interior del proceso --como estamos-- no podemos corrientemente pensar sino en términos temporales.
Sin embargo, mediante un esfuerzo de abstracción podemos colocarnos en un punto de vista que ordena las realidades "ontológicamente" (orden óntico), en vez de "cronológicamente" (orden noético). Conscientes de que el tiempo no es un referente absoluto sino más bien aparente, conferimos más verdad a esta visión que a la habitual. Según ella, Dios es la realidad más verdadera, incomparablemente. Dios es la razón de ser, la causa final, el fundamento, de todas las realidades temporales. Según esta visión, que hemos llamado "de vuelta", la verdad es que es Dios quien crea al universo, al proceso y cuanto éste contiene. El ordenamiento temporal, que sugiere que la naturaleza crea a Dios, proyectando la concepción de causalidad eficiente que es interior al proceso, es ilusorio. El proceso sólo existe "en función de" Dios, quien es así verdaderamente el sujeto, no el objeto, de la Creación.
Cuando situamos la emergencia de Dios en un futuro lejano, lo que equivale a decir: "Dios no existe aún, lo estamos creando", no estamos verdaderamente limitando la realidad de Dios, sino reflejando el hecho de nuestra propia pobre realidad, interior al proceso. Eso de que Dios aparezca en nuestro futuro es una limitación nuestra, no de Dios.